Ir a La Rosaleda me relaja. Con la grada me distraigo y con lo que veo me desquito. Mal de muchos consuelo de tontos. ¡Qué poquito la mete el Málaga…! Menos gol que el Tiro Pichón, llegué a oír. De pichón es de lo que tiran para ganar. Que de no ser por el de Antoñín, ni eso. Don Antonio es de la Palmilla. Malagueño, malaguista y malaguita. Por ese orden. Que son tres variables no vinculantes. La primera te viene; las otras, las buscas con más o menos pasión. Malagueño, por lógica; malaguista de corazón, y malaguita, sin razón. Por la misma que encuentro en La Rosaleda la radiografía perfecta de su raza. El malaguitismo. Porque La Rosaleda huele a malaguita. Ya no es que en Martiricos se concentre el mayor volumen de gorditos de la ciudad con su shandita’ der Málaga ―que de Alemania no quieren ni oír―, sino que también se han puesto de acuerdo en el aroma. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Pronto, todos irán al estadio con el mismo tupé. “―¿Y hoy qué?” “―Hoy, pues a ver…” De momento, One Million en el cuello y la laca en el bolsillo. En realidad son cinco. Los millones que necesita el Málaga CF para no incurrir en un descenso administrativo. Que ahora se ve que falta dinero. Es que el malaguita tiende también al choriceo. Con patatas y huevos, mejor. Y mucho pan, que lo del chandal es una tapadera. Igual que el Málaga para Al-Thani, que vino de jeque y ya va por moro. Ahora, De la Torre acaba de pedir el tercer cambio. Del cronómetro poco sabemos, pero la reorganización debe de estar en marcha. En La Rosaleda, también lo piensan. “Todo el estadio: Al-Thani vete ya”, gritan. Pensarán que sin él irá todo mejor. Del devenir malaguitismo no sé, pero el Málaga ya está empezando a meterla. Y contra todo pronóstico. Según las últimas encuestas, hacemos menos el amor que nuestros padres y abuelos. Se ve que Víctor Sánchez del Amo ha tomado conciencia. Hay que meterla. Él tiene tupé. Olerle, no he podido aún. Dicen que es fácil. Que si nos organizamos, la metemos todos.