Lo nunca visto

He visto montar módulos con madera. No soy ebanista, pero mi instinto me dice que no era madera madera. Más bien chapón tirando a cartón. Menos mal, me quedo más tranquilo. También he visto desembalar sillas detrás de un embalaje que no era de tela. Más bien de plástico, como unas cuantas acreditaciones que también he podido ver. Se podrá ver también gracias a un número de bombillas múltiplo de 100 que iluminarán los 100.000 metros cuadrados de luz artificial. Fuegos artificiales dudo que haya, pero se hallarán micrófonos, altavoces, photocalls, aires acondicionados, enchufes, móviles, ordenadores y pantallas. Muchas pantallas. También de plástico y de voltios. De botellas de plástico no hay rastro. Algo bien se está haciendo desde los responsables de comunicación corporativa. Que el postureo es un arte más. Pronto de guerra. Desayunados de casa tampoco van. Allí, cuanto menos, hay churros ―artífice de muchos consensos―. Aunque ir van de muchas maneras. Con pelo largo o corto y con vehículo oficial o bicicleta. Variables no vinculantes. De nada servirá predicar si no se ejemplifica. No malgastes agua y no contamines en tus viajes que para eso ya está mi piscina y mis aviones o barcos. Y como es imposible que lo eviten, será improbable evitar lo evidente. Que Messi sea el mejor jugador del mundo y que que el calentamiento global está lo suficientemente cachondo como para que no pueda dar marcha atrás. Más aún cuando países como Estados Unidos, China o India van en automático. De hecho, sólo se ha ido hacia delante desde la inauguración del Protocolo de Kioto en 1997. Y eso con el Sol en fase durmiente. Todos nos hemos despertado en los laureles, mientras que los negacionistas siguen durmiendo esperando a Papá Noel. Cada uno gobierna en sus esperanzas. En las de este cambio climático, anarquía. Sin medidas concretas ni innovación. Deshielo en el ártico, inundaciones en el Mediterráneo y matanzas en el Mar Menor. La crisis está siendo una oportunidad perdida. O no. Porque el problema también está teniendo su beneficio. He visto algún que otro voluntario. En concreto, están colaborando dos mil. En algo sí que sabemos ahorrar. Lo nunca visto. O no.

Una botella de vidrio de cerveza, arrojada en la ladera sotavento del ‘Cerrillo Bastián’ en Villanueva del Rosario (Málaga) durante la primavera de 2016. (Foto: Samuel Ruiz).

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