Personas

Mis padres se equivocaron. Cometieron un error que me ha arrastrado hasta mi temprana madurez. Ya los he perdonado, pero qué diferente hubiese sido todo. Qué bien me hubiese venido estudiar en un colegio de esos. Me hubiese gustado tener una lechuza que me trajese la correspondencia, una escoba para volar y unas gafas que se graduasen automáticamente. De paso, poder asistir a la clases de juegos eróticos durante mi primer ciclo. Me hubiese ayudado mucho de cara a la asignatura de Homosexualidad I, que se da en segundo. La experiencia es un grado, y para quinto tendríamos nuestras primeras prácticas en un salón erótico. El principio de contradicción cada vez tiene más principios. El ciclo político acaba de superar al económico. Un pacto de la alternancia a la inversa. Un teatro gratis endeudado a largo plazo. Pecamos la audiencia. Que de no haber advertido que había personas B, nos comenzaron colando lo de su contabilidad. Y es que del teatro sólo se ve el escenario. Las personas están detrás de las tablas. Una hilera de máscaras de usar y tirar. Como en la antigua Grecia. Los pioneros en eso de si no te gustan mis principios, tengo otros. La corbata de los corbateros. El Congreso convertido en un sálvese quien pueda y mejor si es mi empresa la primera. Cada vez quedan menos máscaras de sentido público. Del común, ninguna. Un estercolero que ya ha sido contaminado por la cultural del clickbait. Tanto miedo a la educación sexual para luego estar enganchado a pinchar. Claro que, como el sexo, el protagonismo sube la autoestima. Mamá, salgo en la tele y ella que ni te reconoce. Menos mal que nos queda la literatura para imaginar un mundo mágico. Aunque, como siempre, la realidad supera la ficción. Yo procuro cerrar las cortinas, pero las suyas son de humo. Penetran. Como las falsas noticias. Cualquier homo sapiens sabe que a los niños de entre 0 a 6 años no le enseñan juegos eróticos en clase. Que eso sólo pasa en las películas. A mí, lo de las cortinas de humo me recuerda a las de aventura. Protagonistas podrían ser todos nuestros líderes. Ahora, habría que ver quién se adjudica lo del poli bueno y lo  del poli malo. Santiago parece que ya lleva el chaleco antibalas. De momento, suficiente para la única arma de Pedro: su sonrisa. Sonrisa y hombros arriba. Sólo sé que no se nada. Come y calla. Eso a nosotros, que aunque nos lo traguemos todo nunca se nos indigestará. Y una y otra vez al teatro. De no haber sustancia, no habrá residuo. Menos mal que los barrenderos saben cómo y dónde limpiar. No como a los profesores. Empezaron con los de inglés, con aquello de que Cambridge tenía que evaluar sus evaluaciones, y han terminado con toda la comunidad. Justo las que querían eliminar, las autonomías en la educación. No vaya a ser que un andaluz aprenda sobre agricultura y un gallego sobre pesca. España, una y grande. Pues el respeto a a los principios democráticos de convivencia y a las libertades fundamentales, como la de orientación sexual y su educación y tolerancia, también está en la Constitución. Pero ahora no. El principio de contradicción cada vez tiene más principio. ¿Cuánto cuesta esta máscara? Personas. 

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