Teoría de cuerdas

Planté cuatro garbanzos cuando comenzó la cuarentena. Fue en un vaso de plástico, como cuando lo intentaba hacer en el colegio. Por aquel entonces siempre acababa llorando. También la incipiente semilla. De no cuidarla, acababa moribunda con pronóstico reservado. Eso, o esparcida por el suelo tras uno de esos vendavales que caracterizan a mi pueblo. Cuando me acuerdo de la escena del crimen pienso en la pirámide de Maslow. En lo poco que necesitamos ahora y en lo que siempre habíamos añorado. Resulta que tan sólo era un café con los amigos, un abrazo de tu abuela o un beso en los labios. Pienso en el marcapáginas. La única luz en el desorden ordenado de mi escritorio. La de la paz, el equilibrio o el punto y seguido. Lo de empezar donde lo dejamos. Ojalá. Tengo varios. También comienzos. Unos mejores y los más, peores. Marcapáginas, uno por cada libro que aún no he terminado. Van cinco. Ahórrense la rima. Y ahorren, que vienen curvas. Mis favoritas son las que llevo tiempo sin ver. Mi favorito, un joker de una baraja de póquer. Lo tengo en el último libro de Stephen King que estoy leyendo. Carrie, su primero. Lo de las pandemias ya no es ciencia ficción. Hubiese preferido seguir leyéndolas. Me alivia poder elegir la parada. ¿Cuántas quedan? Una pena que no tengamos aún a nadie a quien culpar por el brote del nuevo coronavirus. Por eso también creemos en Dios. No soportamos la incertidumbre, el azar o el error. Quizás no soportemos lo humano y lo estemos soportando con la mentira. Seriedad con la verdad, decía Nietzsche en su aforismo 88 en Gaya ciencia. ¿Cuántas cosas diferentes entienden por eso los hombres?, se preguntaba. Trump lo renombró para ser presidente: realidades alternativas. Una epidemia que también terminó por extenderse. Vacíos legales, interpretaciones o mensajes descontextualizados conforman la nueva normalidad. La anormalidad de tensar los discursos hasta que la profecía se autocumpla. El Ministerio de la Verdad de Sánchez cobró verosimilitud. El poder del puede ser. Desplazar el rey para que te acusen de moverlo. En un tablero de estímulos fugaces donde la jugada anterior se autodestruye con cada movimiento. Sin contexto. Se trata de tensar la cuerda hasta que suceda. Propagar bulos hasta que puedas acusar de censura. Solicitar el pase de fase sin tener aval científico para poder acusar de doble rasero politizado. La gravedad es una de las leyes cuánticas aún más enigmáticas. Se dice que el gravitón es una cuerda cerrada que permite el equilibrio entre los elementos. Me preocupa la tendencia polarizada de España. Más la tendencia de fanatismo de la sociedad. Eso que decía Maquiavelo sobre la simpleza sumisa de los hombres: quien engaña encuentra siempre alguien que se deja engañar. Los científicos aún no tienen la respuesta de cómo se unen las branas, los extremos de cada cuerda cuántica. Existen, al menos, cinco dualidades. Me pregunto cuánto más tardaremos ahora en unir las nuestras. Dicen que desde el 36. El gravitón, cada vez más lejos. Teoría de cuerdas, que cuando se rompen hay que unirlas por los extremos. Anuden con cuidado. 

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